viernes, 6 de junio de 2014

El Coloso de Rodas

      Cuando se llega a la isla de Rodas en barco la primera vez, al viajero le gustaría que le diera la bienvenida un gigante colosal de bronce divisable desde la lontananza... O al acercarse por el aire, como sucede con el Teide cuando se vuela un día despejado hacia Tenerife. Uno desearía ver un enorme y joven dios, Helios, el Sol, maravilla del mundo antiguo, obra de Cares de Lindo, enmarcando el puerto de Mandraki con sus enormes piernas. Sin embargo, ni está allí ahora, ni lo estuvo nunca, a juzgar por un amplio número de condicionamientos de carácter técnico que abonan la hipótesis de que tuvo que levantarse en el interior de la ciudad y con las piernas juntas. Se pueden ver en el siguiente enlace:  Ling





       No por estar en tierra más firme hubo de ser menos impresionante los pocos años que duró entero, o los muchos siglos en que sus restos estuvieron esparcidos por el suelo, para asombro de cualquiera que los viera. Pocos podían abrazar su pulgar...
      Hizo falta un terremoto para quebrarlo por las rodillas. Y un oráculo adverso, para que los efímeros mortales no se pusieran manos a la obra para reconstruirlo. A veces los dioses tienen celos de los hombres, y les recuerdan que son poca cosa...

Helios






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