jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Qué suerte ser pobre! No tienes más que ver a los políticos en las ciudades...

Aristófanes nació en Atenas en los años en que se empezaba a construir el Partenón (quizá 445 a.C.) y estrenó a los dieciocho años su primera obra, Los convidados. En sus comedias fechadas hasta el año 405 a.C. (Ranas), pertenecientes a la denominada Comedia Antigua, satiriza la vida política y literaria de su tiempo, una época en que la democracia ateniense había comenzado a resquebrajarse debido a la guerra del Peloponeso y sus propias deficiencias internas. Tres hijos suyos fueron también autores de comedias.

Pluto es su última obra fechable (388 a.C.). La queja por la injusta repartición de las riquezas está tratada en una obra de fantasía en la que la burla y la sátira a personas conocidas por todos, propias de la Comedia Antigua, están muy relegadas a un segundo plano, rasgo propio ya de la Comedia Media, aunque siguen parodiándose temas habituales, como la afición de las mujeres a la bebida, o la de los atenienses a los pleitos. No existe parábasis (la parte de la comedia en la que, sin actores presentes, el coro se quita las máscaras y se dirige directamente al público haciendo alabanzas, reproches o dando consejos) y las intervenciones del Coro han  quedado convertidas casi exclusivamente  en danzas, simples interludios líricos entre escenas.



Un anciano labrador, Crémilo, en vista de que le van mal las cosas, pese a su honradez y piedad, y es pobre, ha ido a preguntar al oráculo de Delfos si no sería más conveniente con vistas al futuro convertir a su único hijo en un canalla, delincuente y sinvergüenza, a lo que se ve lo único provechoso para la vida. Apolo le ha respondido que convenza al primer hombre que encuentre al salir del templo de que le acompañe a su casa. Carión no entiende por qué Crémilo, su amo, sigue a un personaje andrajoso, pero éste resulta ser Pluto (personificación de la riqueza), a quien Zeus ha dejado ciego para que no pueda favorecer a las personas honradas, a las que envidia.
Pluto se ha resignado a su situación por miedo al dios, pero Crémilo, su amigo Blepsidemo y otros hombres honrados (el coro) le van a ayudar a recuperar la vista mediante una curación milagrosa  en el santuario de Asclepio. Hace entonces su aparición  Penía (la pobreza personificada) que intenta evitar su expulsión de  Grecia demostrando con sus argumentos los beneficios que ella reporta: si todos tuvieran dinero, ¿quién querría trabajar? ¿Los esclavos? ¿Y quién arriesgaría su vida traficando con esclavos? ¿Quién araría, tejería, fabricaría muebles y perfumes? Si todos fueran ricos, ser rico dejaría de tener sentido, al tener todos que trabajar. La pobreza (no la indigencia) es, además, una excelente educadora: enseña a vivir haciendo economías y trabajando de firme, sin tener nada de sobra, ni  echar nada en falta. Los que tienen dinero, por el contrario, echan tripa, tiene gota, son obesos… La virtud vive con ella, y pone un ejemplo que nos suena tan actual como si estas palabras (vv. 567-570) se hubieran escrito hoy mismo:
No tienes más que ver a los políticos en las ciudades: cuando son pobres son honrados con la gente y con el Estado, pero en cuanto se hacen ricos a expensas del erario público, enseguida se vuelven unos sinvergüenzas que conspiran contra el pueblo y luchan contra la democracia. 
Ni siquiera Zeus es rico, porque en Olimpia premia con coronas de olivo a los vencedores, no de oro, a no ser que esto se deba a su avaricia y tacañería.
 Sin embargo, Penía no consigue su propósito, no porque sus razones no sean convincentes, sino porque así lo decide Crémilo (¡Vete al infierno y no gruñas ya más!, que no me vas a convencer ni aunque me convenzas –vv.599-600-) y Pluto recupera la vista en el templo de Asclepio, gracias los lametones que le propinan dos serpientes sagradas, y regresa decidido  a demostrar que antes se entregaba a los sinvergüenzas sin querer.



Los resultados de su nueva actuación favorecen a unos y perjudican a otros, como vemos en las cinco escenas episódicas con que concluye la obra: un hombre honesto, empobrecido en tiempos por ayudar a personas que luego le volvieron la espalda, agradece su nueva felicidad; un delator, que no quiere cambiar de oficio, pierde toda su hacienda, sin que le sirvan de nada los pleitos; una vieja se queja de un joven amante que, ahora que no necesita nada de ella, la ha abandonado; el dios Hermes tiene que buscar un nuevo empleo porque los hombres ya no se acuerdan de él y un sacerdote de Zeus, muerto de hambre, pues nadie hace sacrificios ni ofrendas al dios, quiere instalarse en casa de Crémilo, pero éste decide que donde Pluto debe estar en la Cámara del Tesoro de la diosa Atenea, como guardián suyo, y se organiza una procesión para su solemne traslado.

Lado oeste del Partenón, con la cella desmontada



(Mi traducción favorita de esta comedia es la de Elsa García Novo, Dinero, Alianza Editorial, Madrid 1987; de ella provienen los dos fragmentos citados).

domingo, 20 de noviembre de 2011

Ιθάκη- Ítaca

Me preguntan por Ítaca.

Penélope (C. Dobletoglu)
Aquí está Penélope. En Ítaca. Esperando el regreso de un marido ausente desde hace veinte años. Diez   los pasó luchando ante los muros de Troya; otros diez hace que partió de allí y no ha regresado a  su isla. El palacio está lleno de pretendientes de insoportable insolencia, esclavas traidoras, su hijo en peligro, el anciano suegro retirado en el campo...





Día tras día, éste es su mundo, el que rodea el palacio al que llegó desde Etolia tras su boda... Ítaca.


Sitio de Exoyí-S. Atanasio. ¿El palacio de Odiseo?


Muy lejos de allí está Odiseo. Ocupado en mantener a salvo su vida y la de sus compañeros,  afrontando continuos peligros por obra de gentes bárbaras, de Posidón y de otras divinidades cuyos mandatos no han respetado. Va y viene de un lado al otro del mar entre tierras, según el capricho de los dioses.

Una reconstrucción de los viajes de Ulises más imaginativa de lo habitual (Stavrós)


Posidón le aborrece y él es un marino. Cegó al temible Polifemo, hijo del dios, devorador de hombres...  Su  curiosidad le pierde: él se introdujo voluntariamente en la cueva del  Cíclope, y no por hambre,  sino porque quería ver a aquel hombre y pedirle los regalos que como huésped le correspondían, desoyendo el prudente consejo de sus compañeros: huir cuanto antes.   Ha pasado largos años con la dulce Calipso, es verdad que Circe quiso mantenerlo a su lado, pudo quedarse junto a la joven Nausícaa, pero añora su tierra:

Soy Ulises Laertiada, famoso entre todas las gentes
por mis muchos ardides; mi gloria ha subido hasta el cielo.
Mi mansión está en Itaca insigne en el mar, pues en ella
alza el Nérito excelso sus bosques de trémulas hojas;
muchas islas también habitadas se agrupan en torno,
 tales Sama y Duliquio, con Zante poblada de selvas;
baja es Itaca, empero, y, repuesta en las sombras de ocaso,
 ve a las otras alzarse del lado del sol y la aurora.
 Aunque abrupta, sustenta valientes muchachos; no hay nada
 que se muestre a mis ojos igual que mi tierra.

 (Homero, Odisea IX, 19-28 ; trad. de J.M. Pabón)




Y cuando, tras arribar a ella profundamente dormido, despierta, todo se le muestra extraño: las sendas, los abruptos roquedales, el cómodo puerto, los árboles llenos de hojas...


El abrigado puerto de Vací, principal ciudad de la isla



Es Atenea quien ha de hacerle de guía para que sepa dónde se encuentra:

Aquí tienes el puerto de Forcis, el viejo marino,
y, a tu vera, en su fondo, el olivo de gráciles hojas; 
junto a él una cueva sombrosa y amena, recinto 
de las ninfas del agua que llaman las náyades, 
gruta espaciosa y cubierta en que tú tantas veces hiciste 
hecatombe perfecta a las diosas; y mira a este lado, 
la montaña del Nérito envuelta en sus bosques.

(Homero, Odisea XIII 345-351; trad. de J.M.Pabón)
Ítaca desde la Cueva de las Ninfas (¿el puerto de Forcis?)



Emprender el viaje hacia Ítaca, sea o no la que este nombre lleva la verdadera tierra del Odiseo homérico,  es, no sólo por devoción a Cavafis, una necesidad compartida por cuantos nos hemos dejado seducir por Homero. Allí, en el mar Jónico, sigue anclada la isla. No importa tanto la arqueología como emplear los cinco sentidos y, sobre todo, dejarse llevar por la imaginación, como quienes escuchaban a Homero o al aedo de turno…



Cueva de las Ninfas



















Alalcomenas (al fondo, Cefalonia)


Realmente, se non è vero, è ben trovato...

(P.S. Mis fotografías son todas de Ítaca. He empleado la traducción de J.M.Pabón de Odisea, Gredos, Madrid 1982, porque me encanta).

domingo, 13 de noviembre de 2011

De la parábasis en adelante... "Perséfone", de Els Comediants

Perséfone. Variaciones mortales es la última obra de Els Comediants, que estará en escena en Madrid hasta el 4 de diciembre de 2011, en el Teatro María Guerrero.

Su tema, presente también en otros espectáculos de la compañía, pero ahora convertido en el gran protagonista, es la muerte, sobre la que nos hace reflexionar la diosa Perséfone, que, entre episodio y episodio, seria y desprovista de máscara, va realizando, mutatis mutandis, lo que en la comedia antigua denominamos parábasis: recuerda con nostalgia los tiempos en que era Kore,  una inocente joven que vivía junto a su madre; lleva con poca resignación su estancia en el otro mundo, al que se ve ligada por haberse dejado seducir por lo desconocido (la granada y sus granos, engañoso ofrecimiento de un Hades tan injusto con ella como su propio padre, Zeus) y recuerda continuamente a los humanos la brevedad de la vida.
En continua espera de la llegada de una nueva primavera y su ascensión a la luz, y con formato de varietés, la poderosa -y a veces compasiva-Perséfone presenta, contempla y comenta, como maestra de ceremonias, la vanidad y futilidad de la existencia humana, ejemplificada en la primera parte con el hilarante elenco de enmascarados personajes que rodean a un difunto su ataúd: familiares y amantes, interesados sobre todo por la herencia o lo material, y gentes varias que de la muerte hacen su negocio. En la segunda parte, los gusanos degustan su festín, y el finado realiza su viaje con Caronte, aunque el descanso eterno resulta ser muy cansado, excepto si te lo adjudican "de oficio". En la tercera, desfilan ante nuestros ojos un surtido de personas que esperan, unos más convencidos que otros, su final (un condenado a muerte, un joven suicida, una viuda inconsolable...) y los nuevos "jinetes del Apocalipsis": guerras, hambrunas, accidentes, adicciones. El final es muy aristofánico: como es imposible hablar de la muerte sin hablar de la vida, Perséfone nos recuerda que hay motivos para vivir (ella misma revive cada año) y que debemos celebrar cada día mientras podamos (el tópico carpe diem).

Una puesta en escena excelente (una pantalla enorme y cuatro puertas-pantalla que se abren y cierran sobre las que se proyectan imágenes), música en directo y magníficos actores. Sobresaliente a las máscaras (tipo aristofánico unas, y de Commedia dell´Arte otras) y su utilización. No hay que perderse esta obra en la que, además de contar con otros muchos méritos, música, bailes, canciones y estructura evocan en parte lo que pudo haber sido la comedia antigua.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

"Ni nadar ni leer y escribir" : el deporte en Grecia

Ni nadar ni leer y escribir es un proverbio (transmitido por Diogeniano 6.56 y otras fuentes) referido a quienes son completamente ignorantes, "porque los atenienses aprendían a nadar y a leer y escribir desde la primera niñez".
La natación, actividad de carácter claramente utilitario, no fue practicada con frecuencia como ejercicio físico ni fue deporte de competición, pero es buena muestra de la importancia que dieron a la actividad física, tanto en niños como en adultos, hombres o mujeres, los griegos, para quienes una ciudad tenía que poseer, al menos, un gimnasio y un teatro.




El deporte en Grecia revisa e ilustra con imágenes tomadas de  la cerámica y la escultura antiguas, objetos de bronce o piedra, y restos arqueológicos  las características más destacadas de los principales deportes practicados, sin reducirse a los incluidos en el pentatlo (carrera, salto, lucha, disco y jabalina),  y sitúa en el espacio y el tiempo los cuatro grandes juegos panhelénicos: Olímpicos, Píticos, Ístmicos y Nemeos.