jueves, 24 de enero de 2013

Pompeya. Catástrofe bajo el Vesubio

               En la sala de exposiciones del Centro Arte Canal de Madrid (metro Plaza de Castilla) y hasta el 3 de mayo de 2013 puede visitarse la exposición Pompeya. Catástrofe bajo el Vesubio, con más de seiscientas piezas, procedentes en su mayoría del Museo Arqueológico de Nápoles, del Arqueológico de Nola y del Antiquarium de Boscoreale, y muchas de ellas expuestas por primera vez en España, como la bellísima Safo.



            El 24 de agosto del año 79 d.C. la ciudad de Pompeya quedó sepultada bajo siete metros de lava expulsada por el  Vesubio, situado a unos 20 kilómetros de distancia. Una suerte similar sufrieron las ciudades de Herculano (que quedó bajo una capa de entre quince y veinte metros de lava) y Estabia. No era la primera vez que la región de Campania sufría temblores de tierra a los que sus habitantes acababan por acostumbrarse, como los que dieciséis años antes, el 5 de febrero del 66 d.C., habían arruinado parte de Pompeya, que en el año 79 estaba aún siendo reconstruída, más bella que antes. Por ese motivo, muchos de sus habitantes no sintieron el peligro que se cernía sobre ellos. No sabían lo que era un volcán. A la hora a la que estaban comiendo, se oyó un crujido ensordecedor, como si el mundo se hubiera partido por la mitad. La cima del Vesubio había saltado como lo hace el tapón de una botella de champán, y de ella salían disparados bloques de la antigua lava que lo taponaban desde hacía 800 años. Inmensos surtidores incandescentes se elevaban hacia el cielo, una columna de cenizas con forma de enorme seta se iba formando, la lava se deslizaba por las laderas, la nube de cenizas comenzaba a caer sobre la tierra... Finalmente la nube oculta el sol, y el día se hace noche. Durante setenta y dos horas terribles.
          En Herculano, parte de la población ha huido a la playa y esperan una expedición de rescate, a las órdenes de Plinio el Viejo, comandante de la flota fondeada en Nápoles, pero resulta imposible acercarse a la orilla porque una lluvia de rocas lo impide. El agua comienza a hervir, las olas aumentan, los peces mueren. Cuando Plinio se aleja, el puerto de Pompeya ya ha desaparecido y no podrá atracar hasta llegar a Estabia, más al sur. Allí  morirá el propio Plinio, junto a la orilla del mar, víctima, tal vez, del vapor de azufre y las cenizas...

             

           Las excavaciones en Pompeya han permitido encontrar los "restos" de 2.000 cadáveres (envueltos en lava, al descomponerse fueron dejando su huella dejando un hueco, que, al ser rellenado con yeso, permite reconstruir de manera exacta -e impresionante- la actitud de los que hallaron una muerte tan espantosa, con frecuencia intentando escapar), pero sin duda hubo muchísimos más fallecidos: aquellos cuyos cuerpos fueron destruidos por completo, los no encontrados todavía, lo que murieron intentando huir por la Campania, los ahogados en el pequeño maremoto que provocó la erupción... Herculano está bien excavado, pero otras ciudades, como Leucopetra o Taurania, no han sido aún encontradas. Hasta finales del siglo XVI, Pompeya permanecerá olvidada. 


          
          El hallazgo de las huellas de muchas víctimas de la erupción del año 79 ha permitido a  arqueólogos ehistoriadores reconstruir la que pudo ser parte de sus vidas, y a estas nos acercan la exposición y el documental que complementa la visita, transportándonos en el tiempo al que fue el último día de Pompeya

               Es además un estupendo complemento a la visita el último de los espacios expositivos, dedicado a "las Pompeyas españolas", no porque quedaran enterradas por la lava, sino por el paso del tiempo: Segóbriga, Itálica, Mérida, Tarragona, Ampurias...        





domingo, 20 de enero de 2013

La Odisea según El Brujo

Hasta el 10 de febrero, estará en cartel en los Teatros del Canal de Madrid, La Odisea de Rafael Álvarez "El Brujo", estrenada el agosto pasado en la 58 edición del Festival de Teatro de Mérida . Su atracción por este texto le viene de cuando estudiaba Bachiller de Letras y traducía fragmentos de La Odisea: “Es un gran relato para un contador de historias, que es lo que soy, es la base y la referencia, si hablamos de tradición oral; es el relato arquetípico; lo que se quiera aprender, de la esencia de contar una historia, está en este texto”.


Durante más de dos horas, El Brujo se convierte en el aedo que narra al público partes muy destacadas del larguísimo poema homérico, seleccionándolas conforme a su importancia dentro de la obra y lo que pueden decir al hombre moderno, pues entre sus perfectos recitados de los bellísimos hexámetros de la traducción de Pabón, acompañados de percusión, introduce toda clase de paralelismos entre el mundo heroico y el mundo actual, mostrando que la condición humana no cambia y que antiguos y modernos no somos tan distintos.