martes, 17 de abril de 2012

¿Quién da la vez para el oráculo?


         Imaginemos una cola en la actualidad para conseguir cualquier cosa: realizar una gestión administrativa, reclamar una nota, recoger un paquete, adquirir entradas para un concierto, pagar la compra, ser atendidos por el médico... Dependiendo del carácter y, en gran medida,  de la edad de las personas que forman la fila, encontraríamos que la mayoría amenizarían el tiempo de la espera charlando con el de delante o el de atrás (tipo socrático), leyendo el periódico, escuchando música, o jugando con el móvil  o hablando con dicho artilugio con alguien que no está presente. Y, claro, mirando de forma torva si alguno dice que vuelve enseguida y que le guarden la vez...
          ¿Y qué harían los griegos y los romanos de aquellos tiempos antiguos cuando acudieran a consultar un oráculo si la espera se dilataba? No se atendía todos los días y se acumularían los consultantes. Además de tener que comprar alguna ofrenda, realizar un sacrificio o entretenerse, si había espectáculo, en el teatro, o con los mercaderes ambulantes, descartada por razones obvias cualquier tipo de actividad para la que se requiera un móvil, parece que, además de conversar u observar a los que por allí pasaran o esperaran también su turno, no estaba mal visto pasar el rato con juegos "de mesa", pero sin mesa, porque llevar una para apoyarse es poco práctico en estas circunstancias. Como si nosotros sacáramos una baraja o un tres en raya. ¿Y cómo se jugaba a juegos de mesa pero sin mesa? Pues grabando el tablero en el suelo, o en la piedra de las escalinatas exteriores del propio templo en el que uno esperaba sentado, y llevando sólo las fichas (a veces simples guijarros de formas o colores diferentes). Más simple, imposible, y parece que no se consideraba "vandalismo", a juzgar por las muchas incisiones realizadas en  lugares muy dispares de la geografía antigua: en el Foro, la Basílica Julia y el templo de Venus en Roma,  el Foro de Leptis Magna, en el Partenón de Atenas, el templo de Apolo en Dídima, en asientos de anfiteatros, de teatros... Está claro que no sólo en espera de una consulta al dios se podía aprovechar un ratito para jugar... Y para apostar, si se terciaba.

            De distintos tipos de juegos que gustaban a los romanos tenemos buenos ejemplos en el templo de Apolo antes mencionado, uno de los más célebres santuarios oraculares del dios en la Antigüedad (junto con Delfos, Delos y Claros):



          El juego más simple de mesa conocido era el tris, con una estructura más o menos complicada. En su forma más simple consistía un cuadrado dividido en sentido horizontal y vertical con al menos dos líneas que se cortan en un punto. Según Ovidio, cada jugador tiene que tener  tres fichas y vence quien consigue poner todas sus fichas en la misma línea. El juego se complica añadiendo más líneas transversales. Había que jugar con gran rapidez, para lograr ganar en un error del contrario.

         Otra posibilidad de entretenimiento podía consistir en copiar sobre la piedra alguno de los motivos ornamentales que se encontraran a la vista, como los meandros que se ven, junto a un tablero de tris,  en el suelo a la derecha de la imagen, también en el templo de Dídima:




         O hacer dibujitos con comentarios (a veces de carácter religioso), incluso con "faltas de ortografía", sin que falte nuevamente el básico tris:



o  hablar con la columna a la que se agradece la sombra que proporciona, como sucede en el templo de Ártemis en Sardes:




         Este tipo de  manifestaciones de la vida cotidiana, llenas de espontaneidad (en realidad no tan espontáneas, ya que imagino que se tardaría un tiempo en realizar las incisiones en piedras duras) nos acercan a aquellos hombres (las mujeres siempre han tenido muchas más cosas que hacer que pasar el rato en la calle jugando con fichas) que ocupaban como podían su tiempo de ocio o espera, y nos hace sentirnos como si acabaran de irse de allí hace un momento.

         No somos tan distintos. Aunque ahora, quien daña un edificio  público o privado, puede recibir una multa, si es sorprendido in fraganti . Con razón.



(Para los juegos de todo tipo, no sólo de mesa, practicados en la Antigüedad recomiendo el libro de
M. Fittà, Giochi e giocattoli nell´Antichità, Milán 1997).


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