El Leteo era para griegos y romanos uno de los ríos del Hades, el más allá. Beber de sus aguas suponía olvidar por completo la vida pasada, lo que evitaba a las almas de los difuntos intentar regresar con los vivos, así como recordar lo visto en el mundo subterráneo en el caso de las almas que iban a reencarnarse.
Los soldados que acompañaban a Décimo Junio Bruto en su camino hacia la Gallaecia debieron de sentir horror al encontrarse ante un río que tomaron por el Leteo, en algún lugar cerca de la ya desaparecida Laguna de Antela, tal vez la temida Estigia; únicamente consintieron en atravesarlo cuando su jefe lo cruzó sin miedo alguno y les llamó a cada uno por su nombre desde la otra orilla. Ese Leteo situado en el Occidente más remoto para los romanos, cerca ya del finis terrae, era nuestro río Limia, que transcurre plácido por la provincia de Orense y desemboca en el Atlántico en la bellísima Viana do Castelo. La vista del encuentro del Limia (aquí Lima) con el mar desde el Monte de Santa Lucía es inolvidable .
Hacia allí encaminaremos próximamente nuestros pasos, reviviendo la dura vida de los soldados romanos, siempre de marcha por calzadas que aún subsisten, calculando las distancias por medio de los miliarios, salvando ríos gracias a puentes que todavía se ríen del paso del tiempo, establecidos temporalmente en campamentos (donde en alguna feliz ocasión se podía encontrar el inesperado regalo de aguas termales que les reconfortaran de vida tan fatigosa), y convertidos, por fin, en habitantes de una nueva provincia del Imperio, ya mezclados con los indígenas.
Los soldados que acompañaban a Décimo Junio Bruto en su camino hacia la Gallaecia debieron de sentir horror al encontrarse ante un río que tomaron por el Leteo, en algún lugar cerca de la ya desaparecida Laguna de Antela, tal vez la temida Estigia; únicamente consintieron en atravesarlo cuando su jefe lo cruzó sin miedo alguno y les llamó a cada uno por su nombre desde la otra orilla. Ese Leteo situado en el Occidente más remoto para los romanos, cerca ya del finis terrae, era nuestro río Limia, que transcurre plácido por la provincia de Orense y desemboca en el Atlántico en la bellísima Viana do Castelo. La vista del encuentro del Limia (aquí Lima) con el mar desde el Monte de Santa Lucía es inolvidable .
Hacia allí encaminaremos próximamente nuestros pasos, reviviendo la dura vida de los soldados romanos, siempre de marcha por calzadas que aún subsisten, calculando las distancias por medio de los miliarios, salvando ríos gracias a puentes que todavía se ríen del paso del tiempo, establecidos temporalmente en campamentos (donde en alguna feliz ocasión se podía encontrar el inesperado regalo de aguas termales que les reconfortaran de vida tan fatigosa), y convertidos, por fin, en habitantes de una nueva provincia del Imperio, ya mezclados con los indígenas.
¡Qué envidia me dais! Pasadlo muy bien, aprended mucho y ojalá que el tiempo os acompañe... Por favor, contadnos qué tal la experiencia ya que es un viaje muy interesante.
ResponderEliminar¡Disfrutad al máximo ese viaje al pasado castrense!
Comparto tus buenos deseos y espero que en el futuro podamos organizar algo conjuntamente. ¡Gracias!
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