sábado, 13 de julio de 2019

Atenas y la Argólide, vistas por vez primera

        Probablemente todos recordemos numerosas anécdotas de nuestro primer viaje a Grecia, y lo que sentimos al ver delante de nosotros los lugares que antes eran solo imaginados. En  mi caso, sin profesores, y con diecinueve años sin cumplir y una amiga y compañera. Cero lujos. Con escala en Barcelona y hotel junto a la Estación de Larisa. Un café y un único kuluri para desayunar. Sin móvil, ni cámara de fotos. Sin saber ni una palabra de griego moderno, pero, eso sí, escribiendo con espíritus y acentos y sin faltas de itacismo ante el lógico estupor de unos cuantos locales. Con un libro de Historia de Grecia del que nos teníamos que examinar a la vuelta bajo el brazo, y al que echábamos de vez en cuando un ojo un tanto desganado mientras tomábamos frappés en las soleadas terrazas de Dionisio Aeropagita. Semana Santa y sin música en los bares de Plaka, por respeto, decían. Lo que más me impactó: el Partenón, que me dejó sin aliento unos segundos. Allí arriba compartías espacio con los dioses.

           Pues bien, ya no soy capaz de decir cuántos viajes he hecho a Grecia, pero sigo siendo capaz de ver por vez primera Grecia a través de los ojos ajenos. Con vuelos directos, móviles y desayunos buffet, pero la misma ansia. Soy feliz por ello. Y aquí está el testimonio de este año, con unos alumnos a los que no olvidaré.


                                                         Viaje de estudios a Grecia

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