domingo, 8 de marzo de 2015

¿Compartir tareas? (en el Día Internacional de la Mujer)

ELECTRA.- Oh negra noche en que me dirijo al río, en busca de agua, llevando este cántaro apoyado sobre mi cabeza (no porque haya llegado a tal punto de indigencia, sino para mostrar a los dioses los ultrajes de Egisto)...

LABRADOR.- ¿Por qué, desdichada, trajinas para mí y realizas esas tareas -tú que te criaste en el lujo- y no las dejas cuando te digo?

ELECTRA.- Te tengo por amigo semejante a los dioses, pues no te has insolentado en mi desgracia. Gran suerte es para el hombre encontrar en la desgracia un alivio como yo tengo en ti. Pero precisamente debo compartir contigo voluntariamente las tareas, aligerando tu trabajo en la medidad de mis fuerzas para que lo soportes mejor. Ya tienes bastante con tus labores del campo; el de la casa debo disponerlo yo. A un trabajador que vuelve del campo le resulta agradable encontrar todo bien dispuesto.

LABRADOR.- Si así te lo parece, marcha. En realidad la fuente no está lejos de casa. Yo al amanecer llevaré los bueyes al campo para sembrar los surcos. Que ningún gandul, por más que tenga siempre a los dioses en su boca, podrá reunir el sustento sin esfuerzo.

(Eurípides, Electra 54 ss. -texto abreviado-, traducción de José Luis Calvo Martínez, Gredos, Madrid 1978)

      Ya antes del amanecer, Electra, hija del rey que fue jefe de los griegos en Troya, está levantada y dispuesta a realizar el primer cometido de las mujeres de condición humilde, y de las esclavas: ir en busca de agua. Luego esperan las tareas domésticas.
        Años después del asesinato de su padre a manos de Clitemestra y su amante,  ha sido casada por instigación de Egisto con un campesino para impedir que engendre hijos nobles que puedan acabar convirtiéndose en vengadores de Agamenón. El campesino es un hombre de inferior categoría, sí, pero, aún teniendo derecho a ello, nunca la ha tocado. Electra se lo agradece compartiendo sus tareas, para que soporte mejor la vida del hombre obligado a ganarse el sustento. Repartir el trabajo entre cónyuges, en una obra del 413 a.C., algo que nos suena tan moderno...



    Sin embargo, no hay que engañarse. Electra es de sangre real, una princesa criada entre siervos, una verdadera hija de su padre (y de su madre, la resuelta -y por ello, varonil- Clitemestra). Hemos perdido en esta Electra euripidea (la más moderna de todas las Electras) la que habría podido servir de modelo mítico para un más equitativo reparto de tareas entre hombre y mujer. Y no sólo por las manifestaciones que vierte más adelante sobre el cadáver de Egisto (vv. 930 ss.): Es feo que sea la mujer, y no el hombre, quien mande en una casa. Aborrezco a los hijos que en una ciudad no reciben el nombre de su padre, sino el de la madre. Cuando un hombre casa con mujer notable y superior a él no se habla del hombre, sino de la mujer. Mucho mejor sería nuestra opinión de hombres y mujeres del siglo XXI sobre Electra si no hubiese declarado expresamente que compartía trabajos no porque haya llegado a tal punto de indigencia, sino para mostrar a los dioses los ultrajes de Egisto. Electra necesitaba justificar aún más la necesidad y justicia de la venganza. Y conseguir, en segundo lugar, el único fin de su existencia. Porque una vez muerta Clitemestra a manos de sus hijos, Orestes y Electra, la muchacha teme que nadie la quiera en el futuro como esposa...
      El problema lo resuelve la oportuna aparición de Cástor, uno de los hermanos de la difunta reina: que Orestes abandone la ciudad (Argos) y que el amigo de éste, Pílades, se case con la joven, aún virgen, y cargue de riquezas al campesino, que se queda sin mujer. El matrimonio humilde es historia. La princesa dejará de trabajar. El arte no es la vida. Ni el siglo V a.C. el nuestro.

       En este Día de la Mujer rompo una lanza por el labrador euripideo, cuya sensibilidad ya querrían para sí muchos maridos del mundo actual...

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