viernes, 7 de febrero de 2014

De lobos, osas y astros: Calisto, Árcade y Licaón

      Árcade fue el hijo que Zeus tuvo con una de las compañeras de Ártemis, Calisto, a la que, según algunas versiones, la diosa  convirtió en osa como castigo por la pérdida de su virginidad (aunque Apolodoro III 8 afirma que fue el propio Zeus quien la transformó, para que Hera no se enterase de lo que había sucedido). Calisto no había accedido de buen grado a los deseos de Zeus, sino que había sido víctima de un engaño del dios, pero, por un motivo u otro, no pudo criar a su hijo, sino que éste fue confiado a la ninfa Maya, la madre de Hermes.

Diana y Calisto (P.P. Rubens, Museo del Prado)


      Cuando Árcade ya era mayor, intentando cazar una osa que se había refugiado en el templo de Zeus Liceo (en el monte Liceo, en Arcadia, donde se sitúa a veces el nacimiento de Zeus), Árcade penetró en el lugar sagrado, sin saber que a quien perseguía era a su propia madre metamorfoseada. Por realizar una acción prohibida, entrar al templo, ambos debían morir. Para evitarlo,  Zeus los transformó: a Calisto, en la Osa Mayor y a Árcade en Arturo (Arktoûros),  el “guardián de la osa” (en griego árktos significa "oso" u "osa"), la estrella más brillante de la constelación del Boyero.





       Ovidio (Metamorfosis II 400 ss.) atribuye a Juno (Hera) la transformación de Calisto en osa, tras el nacimiento del niño, y narra que cuando Árcade tenía quince años, encontró a la osa y, sin saber que era su madre, estaba a punto de matarla cuando Júpiter (Zeus) los convirtió en constelaciones cercanas, suscitando la cólera de su esposa.

      Las metamorfosis en la familia no eran novedad: según algunos autores, Calisto era hija del rey arcadio Licaón. Como este insolente mortal deseaba saber si Zeus (que se le había aparecido con aspecto humano para poner a prueba su comportamiento) sabía o no todo lo que ocurría,  sirvió (el propio Licaón o, según otros, sus impíos hijos) al dios para comer un guiso hecho con los miembros despedazados de Árcade, pero Zeus, naturalmente, se dio cuenta de la argucia, derribó la mesa, fulminó la casa de Licaón (hijos incluidos, excepto el pequeño) y lo transformó en lobo (OvidioMetamorfosis I 231 ss.; según Pausanias, VI 8,2 y VIII 2,6 Licaón sacrificó un niño recién nacido sobre el altar de Zeus Liceo). Luego, el dios reunió los miembros de Árcade y le devolvió a la vida (historia que recuerda la del hombro de marfil restituido a Pélope, troceado y servido a los dioses por Tántalo, su padre, y que únicamente logró engañó a Demeter). 

 Júpiter y Licaón ( J. Cossiers, Museo del Prado)


       Relacionado con el mito de Licaón (cuyo nombre se ponía en relación con el término lýkos, “lobo”) y el templo de Zeus Liceo (relacionado con el mismo término) en Arcadia  existía la creencia de que allí se practicaban sacrificios humanos y los asistentes “comulgaban”  con las entrañas de las víctimas. Se convertían entonces en lobos y la única manera de recuperar su primitiva forma abstenerse de comer carne humana durante ocho años. Sin embargo, la arqueología no ha encontrado allí restos de víctimas humanas.
          

     Heródoto (Historia IV 105, 2) transmite la creencia  extendida entre los escitas y los griegos establecidos en Escitia (que a él, por cierto, no le convence) de que todo neuro (pueblo que vivía al norte del Mar Negro, entre el Dniéper y el Dniéster) se convierte una vez al año en lobo durante unos días y luego recobra su forma primitiva. Se ha interpretado esta noticia como eco de una ceremonia (posiblemente, un rito de iniciación) en la que los hechiceros y sus ayudantes se cubrirían con pieles y máscaras de lobo. También Platón (República 565d) relaciona con el santuario de Zeus Liceo de Arcadia la historia que afirma que quien ha probado vísceras humanas troceadas entre las de otras víctimas se convierte en lobo.

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