domingo, 19 de mayo de 2019

Una Biblioteca con sorpresa

         Después de las excavaciones que desde 1863 realizara John Turtle Wood en Éfeso, continuaron trabajando en el Artemisio los británicos bajo la dirección de  David G. Hogarth. En 1885 tomaron el relevo los austríacos, dirigidos por Otto Bendorff, quien contó con Carl Humann, ingeniero de ferrocarriles y arqueólogo -al igual que Schliemann y Dörpfeld- sin formación académica, célebre gracias a su descubrimiento en 1871 del Altar de Pérgamo.

         Entre los numerosos edificios públicos y privados que pueden visitarse en la actualidad en la ciudad de Éfeso gracias a la paciente labor de los arqueólogos, destaca por su especial belleza la Biblioteca de Celso, construída entre 114 y 120 después de Cristo por el cónsul Gayo Julio Aquila en honor a su padre, Tiberio Julio Celso Polemeano.



         En esta época, las grandes construcciones no eran ya algo exclusivo de los emperadores, sino que podían ser acometidas por élites enriquecidas gracias al comercio. La lujosa biblioteca, con fachada convexa para que pareciera más grande de lo que es en realidad, pudo albergar hasta doce mil volúmenes, lo que la convierte en una de las mayores de la época. Escritos en griego o en latín, suponemos que versarían sobre literatura, historia, filosofía, medicina, agricultura, ingeniería y guerra. Parece que la Biblioteca estuvo en uso hasta el año 262 y pudo ser incendiada por los godos. Fue reconstruída, pero en el siglo IV se le despojó -al igual que al Artemisio- de los elementos más valiosos. Cuando en 1903 empezaron a trabajar en ella los austríacos, solo conservaba los cimientos, pero entre 1970 y 1978 se ha realizado la reconstrucción de su fachada, que la convierte en el edificio más fotografiado por cuantos visitan el yacimiento arqueológico.

      

            ¿Y cuál fue la sorpresa que en 1904 deparó a los arqueólogos austríacos el bello edificio? Bajo su suelo se hallaba una cámara abovedada con un sarcófago de mármol blanco, intacto, que se había librado de la destrucción de los siglos IV o V d.C.: el de Celso, de manera que a este distinguido ciudadano romano de familia griega y con una impresionante carrera en la vida pública (llegó a ser cónsul y gobernador de la provincia), se le permitió ser enterrado dentro de los límites de la ciudad, convirtiéndose la Biblioteca en una especie de heroon. Si el hijo deseaba perpetuar la memoria de su padre, sus esfuerzos se han visto compensados con creces.

Estatua alegórica de la fachada: la Ciencia, de Celso
  Fotografías de Rosa Mariño CC, BY, ND

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