Siendo asidua visitante
del madrileño Parque del Retiro desde mi más tierna infancia, fascinada
por el Estanque y sus voraces carpas, los puentes colgantes del Jardín
Japonés o la laberíntica Rosaleda en primavera, junto a los árboles
enanos del Parterre, algún pavo real suelto por los jardines de Cecilio
Rodríguez, y los monos y los osos de la Casa de Fieras, y, más
recientemente, las ardillas y numerosos practicantes de diversas artes
orientales diseminados un poco por todas partes, no había reparado en
la enorme cantidad de monumentos que alberga relacionados con la
mitología (no sólo grecolatina, aunque ésta sea la mejor representada) y
el mundo clásico en general. Recurrir a ellos reporta ventajas obvias:
todo lo ennoblecen con su presencia los majestuosos dioses, los seres
que mezclan en su naturaleza lo humano y lo animal, un caduceo aquí y
allá y, cómo no, un peplo o una toga bien puestos, como el que vemos en
la fotografía de una madre que acerca agradecida su hijo (con un desnudo
también heroico) al pediatra a quien está dedicado el monumento.
Monumento a Tolosa Latour |
En algunas obras es imposible no reparar, por su tamaño o por el lugar
que ocupan, y las he reunido, en compañía de otras más modestas, en Mitología en el Parque del Retiro,
que puede ser útil para una visita temática. Pero quiero destacar
ahora la que he erigido en mi favorita: el Faunito de La Rosaleda, que,
subido en su fuente y con cara de sesudo filósofo, da la espalda a un
Cupido alado muy previsible. Cuántos años han tenido que pasar hasta
encontrarme, cual griega de la época helenística, en disposición de
preferir una pequeña obra dedicada a un personaje menor, a las estatuas
grandiosas de las con frecuencia -y justificadamente- irritadas diosas
Juno y Diana (Hera y Ártemis, entre los griegos).
Fuente del Fauno |
¿Y por qué digo lo de "ponga un Fauno en su vida"? ¿Acaso porque
apruebo la naturaleza lasciva que al fauno, escrito con minúscula, adjudica el Diccionario de la Real Academia Española? No. Reivindico para él su consideración originaria, la de un dios bienhechor, qui fauet, de donde vendría su nombre, protector sobre todo de pastores y rebaños, a la manera del griego Pan, cuyo festival se realizaba en las aldeas. También fue divinidad oracular.
El culto a Fauno en Roma se localizaba, según P. Grimal, en el monte Palatino o en sus
alrededores, pero con el tiempo fue perdiendo su carácter divino y acabó
incluso convertido en hijo, según algunos, de Circe y Júpiter, y en rey del Lacio, mucho antes de
la llegada de Eneas huyendo de la caída de Troya y, naturalmente, de la
fundación de Roma por parte de Rómulo.
Fauno dio su nombre a unos seres campestres equivalentes a los sátiros
griegos, por ser también mitad hombres y mitad machos cabríos, con
cuernos y pezuñas. De ahí la primera acepción de "fauno" en el Diccionario de la RAE.
P.S. Otra novedad en el Retiro son los candados que como muestra de amor ("gracias" a la moda internacionalizada por los seguidores de F. Moccia) brillan en la lira de una de las sirenas del Estanque. Como dijo Cicerón: o tempora, o mores!
Sirena portadora de los "candados Moccia" |
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