A propósito de la afición a los varones a los juegos de mesa (y de la educación de los niños en Grecia, nuestro tema de estos días), es muy ilustrativo un mimiambo de Herodas (El maestro de escuela 1 ss.), en el que un hijo y alumno poco modélico, Cótalo, asiste (imaginamos que horrorizándose por momentos) a la airada conversación que sostienen su madre, Metrotime, y su maestro, Lamprisco:
Metrotime.- A éste (a Cótalo), desuéllalo de hombros abajo, hasta que el último soplo de su perra vida le quede a flor de labios. Mi casa, pobre de mí, me la ha saqueado jugando a las perras, porque, por lo visto, no tiene bastante con los dados, Lamprisco, y esto va cada vez de mal en peor. Escasamente sería capaz de decir dónde está la puerta del maestro... Ahora bien, el cuchitril en que habitan cargadores y esclavos fugitivos lo conoce como para enseñarlo a los demás. Y la desdichada tabilla que me tomo la molestia de encerar cada mes ahí está, huérfana, en el suelo, al lado de la pata de la cama, junto a la pared, salvo alguna vez en que, mirándola como si fuera el propio infierno, escribe en ella, sí, pero todo mal... Es que no sabe distinguir ni la alfa, a no ser que se le repita a voces lo mismo cinco veces... Y cuando, como niño que es, le mandamos recitar una tirada de versos yo o su padre, hombre ya mayor que anda achacoso del oído y de la vista, entonces va y lo dice como si le salieran las palabras de una perola agujereada: "A-p-o-l-o-c-a-z-a-d-o-r". ¡Desgraciado -le digo-, eso te lo podría decir la abuelita aunque es analfabeta!... Y si tenemos ganas de regañarle más, o se tira tres días sin saber nada del umbral de esta casa y , en cambio, deja pelada a la abuelita, que escasamente tiene para vivir, o se sienta en el tejado con las piernas estiradas, agachando la cabeza como un mono. ¡Figúrate cómo se me revuelven las tripas cuando le veo!
Aguilafuente- Tablillas de cera y punzones |
Lamprisco (a Cótalo).- ¿Ya no te basta con jugar a los dados... sino que frecuentas unos tugurios en los que juegas dinero con los cargadores? Te voy a dejar más modosito que a una niña; que no vas a mover ni una paja del suelo... ¿Dónde está el azote que se clava, el rabo de buey con el que pego a los traviesos y a los del pelotón de los torpes? Que alguien me lo ponga en las manos, antes de que empiece a toser y eche hiel por la boca.
Leptis Magna- Foro viejo- Tris |
Cótalo.- ¡No, no, Lamprisco! Te lo suplico por las Musas...; con el que clava no, pégame con el otro.
Esta conversación es invención de Herodas, un autor griego del siglo III a.C, pero ¿cuántos padres en nuestros días habrán dicho alguna vez, refiriéndose a un hijo adolescente, lo de "se me revuelven las tripas cuando lo veo"? Metrotime, que ha tomado sobre sus hombros la educación de su hijo (su esposo es ya un hombre mayor), es una madre muy real que se indigna el día treinta de cada mes cuando tiene que pagar al maestro por haber decidido que su hijo se dedique "a aprender las letras" en lugar de "a apacentar burros", que le iría mejor. Y Cótalo, que se sabe mejor que los astrólogos cuándo es el día siete y el día veinte de cada mes porque, al estar dedicados a Apolo, eran festivos para los escolares, es también fiel reflejo de algunos alumnos que pueblan actualmente las aulas, bien conocidos por los profesores...
Afortunadamente ya no se pega a los niños.
Por cierto, Cótalo recibe algunos azotes, sí, jurando y perjurando (¡cómo no!) que no volverá a hacerlo. Y, de la tunda, se cansa antes el maestro que la madre...
¿Por qué tenemos la impresión de que Cótalo seguirá jugando con los cargadores?
(La traducción es de J.L. Navarro, en Herodas, Mimiambos, Gredos, Madrid 1981)
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